ELENA DURÁN

La Flauta Que Canta
Just for Fun

Vida en el camino!

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El concepto general de la vida como concertista es que debe ser estupendo navegar al rededor del mundo, registrándose en hoteles bonitos y salir a cenar en los restaurantes – pero la vida rara vez así!

Por supuesto, es genial visitar nuevos lugares – o lugares favoritos (como Puebla) – pero entrar y salir de hoteles y comer, incluso, en buenos restaurantes es un pasatiempo sobrevalorado!. Yo prefiero dormir en mi propia cama, por que por un lado: en los hoteles a menudo te encuentras con huéspedes desconsiderados (activos a media noche); las almohadas no son tan buenas como las de casa y, a menudo uno tiene que aprender la idiosincrasia de la ducha! Y en mi humilde opinión, Vladimir Horowitz tenía razón: él viajaba con su propio chef! a decir verdad  yo también viajo con mi cocinero (Michael) pero rara vez se lleva la cocina junto con él – por otra parte, cuando vamos a quedarnos en  algún lugar por más de un par de días lo que hacemos ahora es buscar un departamento para que pueda él cocinar para mí – tal y como lo hace en mi casa! Sin embargo, cada viaje tiene sus propios placeres – y, a veces sus propios traumas …

Este fin de semana  lo pasé en Puebla en “La Constancia”, una maravillosa ex- fábrica que ahora es una Escuela de Música, museo y sala de conciertos – y, lo más importante, el hogar de la original Orquesta Sinfónica Esperanza Azteca. Estaba dando clase a treinta flautistas jóvenes que son miembros de Esperanza Azteca. Pasé un tiempo estupendo con estos jóvenes excepcionales y resentí mucho cuando llegó el tiempo de partir. Si hubiera sabido lo que estaba por suceder, me hubiera quedado por más tiempo !!!

En primer lugar, el taxi, que había quedado de recogernos llamó por que llegaría una hora y media mas tarde, Era correcto eso? Claro que no! Teníamos que alcanzar el autobús de vuelta a la Ciudad de México. De todos modos,  con bastante facilidad, encontramos un taxi que pasaba y que accedió a llevarnos a la estación de autobuses de Puebla. Nos amontonamos como pudimos con todo nuestro equipaje y nos pusimos en camino. Después de aproximadamente un kilometro o así, escuchamos ruidos extraños procedentes del motor, pero el conductor nos dijo que no nos preocupáramos. Sin embargo, un kilometro más adelante, y ya en la autopista, el coche se averió. El conductor siguió intentando encenderlo, sin suerte – por fortuna pudo parar a un lado del camino.

Pasados algunos minutos un coche de la policía se detuvo detrás de nosotros y se intercambiaron un montón de palabras fuertes entre los policías y el conductor, tiempo durante el cual hicimos algunos intentos, inútiles, de encontrar un taxi libre de entre los que pasan por ahí (todos parecían estar llenos). El reloj seguía avanzando y me estaba poniendo muy nerviosa cuando, de pronto, uno de los policías (una señora muy agradable!) decidió que mejor nos llevaban a la estación de autobuses.  Por desgracia, su cajuela estaba llena, así que Michael y yo con todo nuestro equipaje tuvimos apretarnos asiento trasero del coche de patrulla y así emprendimos nuestro camino. El tráfico no era demasiado malo – hasta que nos acercamos a la estación de autobuses, donde había una cola enorme … El conductor hizo que la unidad se uniera a la cola y su compañera (una señora brillante) le preguntó por qué no había entrado por la otra entrada: “Porque tiene un letrero de  entrada restringida!” a lo que respondió “Pero usted es un agente de la Policía Federal, puede entrar en cualquier parte!”, así que hecho reversa y se metió en la entrada de “ingreso restringido”!

Y así llegamos a la entrada con la sirena a todo volumen y con unos diez minutos de sobra. Una gran multitud se reunió para ver cuál era la razón del alboroto pero tuvimos el tiempo justo para dar a nuestro equipo de rescate un gran abrazo y tomar una foto con nuestros nuevos amigos “Federales” que para nosotros eran caballeros de brillante armadura!

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